Tsing-Txe-Huang y la quema de libros

Las dos dinastías Txou duraron unos 1.000 años. Entre los años 400 y 200 aC. hubo una época de guerras en la cual apareció un nuevo rey: Tsing-Txe-Huang. Tsin lo unificó todo: lengua, culturas, vestidos, regiones, religiones, leyes, etc. Iba en contra de las leyes antiguas, se estaban construyendo los 6.000 km. de la Gran Muralla, ordenó quemar todos los libros. Su lema era: “No recorráis al pasado para criticar el presente”. Se quemaron todos los libros clásicos y también los hombres de letras que estaban descontentos fueron quemados. Todo fue a la hoguera, libros, rollos, tabletas, papiros y también sus propietarios. Pero estaban fuera de las órdenes de quemarlo todo los libros religiosos, de adivinación, de agricultura y de medicina. Así, el I Ching se salvó.

Algunos libros se pudieron recuperar ya que algunos letrados se los habían aprendido de memoria, como en “Farenheit 457”.

Se describe a Tsing-Txe-Huang exactamente como a un ave de presa. Trata bien a algunos de sus generales, pero si un general ha sido vencido, es ejecutado (haciéndolo hervir en una caldera). Dispone de un ejército feroz, conseguido gracias a grandes recompensas si cumplen y terribles castigos si no. No se hacen prisioneros. Si hasta ahora se les cortaba una oreja, ahora se les corta la cabeza.

Una vez unificado el país, después de conquistar los 6 reinos, lo dividió en 36 provincias, suprimiendo las fronteras interiores.

Muere joven, a los 50 años. Temerosos de una revuelta, los consejeros esconden su muerte. Tsing-Txe-Huang quería ser enterrado en la montaña Li. Recién iniciado su reinado hizo excavar esa montaña. Envió trabajadores de todo el país, más de setecientos mil. Se excavó la montaña, se recubrió interiormente de bronce colado y se construyeron en ella palacios llenos de joyas. Trampas automáticas, ballestas que se disparaban solas si aparecía algún intruso. Se imitaron los cien rios con corrientes de mercurio. Con el emperador se enterraron también todas sus mujeres que no habían tenido hijo varón, y, finalmente y por sorpresa, toda la gente que había trabajado en ella. Se recubrió la montaña de hierbas y plantas, como si no hubiese pasado nada…

¿Quién fue realmente Tsing-Txe-Huang? ¿Un loco sabio? ¿Un dictador delirante? ¿Un Hitler o un Ghandi? Había limpiado el reino de ladrones y bandoleros, lo había reorganizado. Hizo rutas, canales y caminos…

Con su muerte, China entra en una época de matanzas, revoluciones, etc… Es la época de los “turbantes amarillos”. Kao escribió

Quedamos orgullosos dentro de nuestra tristeza

Las preocupaciones más íntimas son difíciles de olvidar.

Para disipar nuestras penas,

el mejor remedio es el vino.

Guerras civiles, nihilismo… y el Tao que busca la vida larga con pastillas de cinabrio o mercurio.

… entonces las píldoras de la larga vida eran el complemento de las cabezas cortadas… ¿Quién se podía extrañar de que estos hombres que pasan las noches temblando, que viven sumergidos en el temor de que el poder les prive de la cabeza al día siguiente, tratasen de prolongar artificalmente sus vidas?

Las pastillas de la larga vida no eran más que la forma más tosca del taoísmo. Después vinieron formas más nobles como el WuWei (el no actuar), parecido al “sit-in” de los EEUU (1.960-70), y finalmente las más etéreas como “subir a caballo del viento”.

Por Arian Botey
Este apunte forma parte de una serie de artículos sobre el I Ching cuyos originales pueden ser consultados, en lengua catalana, pulsando sobre el enlace.

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