¿Podríamos encontrarle algún misticismo al número 15? Si partimos del origen mitológico de China, sí.
El primer hombre, su Adán, fue P’an-ku. Este primer hombre nació y dio forma al Cielo y la Tierra. Cada día el Cielo se elevaba dos metros y la Tierra se hacía más consistente. Y cada día P’an-ku crecía también dos metros, y así sucesivamente a lo largo de 18.000 años.
Después vio lo que había hecho y lloró. Sus lágrimas formaron el Iang Tsé y el Río Amarillo. Respiró y apareció el viento; habló y apareció el trueno. Cuando estaba de buen humor el tiempo era bueno, y cuando se enfadaba aparecían las tempestades. Y al morir se rompió en cinco trozos que originaron las cinco montañas sagradas. Sus ojos fueron el Sol y la Luna, y sus cabellos las plantas y árboles. Y así se originaron los cinco elementos, los cinco puntos cardinales y los cinco colores: un total de 15 elementos, un poco diferentes de los occidentales.
El centro, por ejemplo, es la Tierra Amarilla, y a su alrededor se ordenan las cuatro direcciones; el Norte, asociado al color negro, el invierno y el Agua; el Sur, de donde viene el verano, el Fuego; del Este viene la primavera y se asocia con la Madera; finalmente, el Oeste se asocia al otoño, y su elemento es el Metal.
Elementos | Agua | Fuego | Madera | Metal | Tierra |
Puntos cardinales | Norte | Sur | Este | Oeste | Centro |
Colores | Negro | Rojo | Verde | Blanco | Amarillo |
Por Arian Botey
Este apunte forma parte de una serie de artículos sobre el I Ching cuyos originales pueden ser consultados, en lengua catalana, pulsando sobre el enlace.